Males sensacions: article d’opinió de Pedro Mercant

Males sensacions: article d’opinió de Pedro Mercant

Ara que han passat ja unes setmanes, us deixem amb l’article d’opinió que el nostre president, Pedro Mercant, va escriure sobre les conseqüències de les restriccions a la pesca d’arrossegament.

MALAS SENSACIONES 

Hablan en Europa de la reducción del esfuerzo marino como si hablaran de fútbol, donde todo el mundo es entrenador; hablan como si se tratara de un mero intercambio, un “te cambio unos días de pesca en el Mediterráneo por un gaseoducto” y tan felices. Y la sensación que me queda es que esto es como una partida de cartas en la que los políticos apuestan alegremente, porque lo que se juegan no les afecta.

Me niego a pensar que todos los males del Mediterráneo sean culpa del sector pesquero, pero es que el problema es que son precisamente los pescadores los que declaran sus capturas, como deber ser, y son estos datos los únicos que tienen en su poder los Estados, las agencias o los lobbies verdes, a los que les interesa la desaparición de la pesca. Nadie se mira al espejo, nadie pregunta ni nadie se interesa en saber de verdad en qué afecta y a qué nivel la pesca al cambio climático, a la contaminación marina… será la pesca también la responsable de los bombardeos submarinos de gas… por cierto, con el dinero con el que el Congreso avaló la deuda del proyecto castor la pesca de arrastre del Mediterráneo estaría en otra situación.

Pero expliquemos cómo funciona el esfuerzo pesquero en el Mediterráneo.

Los países altamente afectados son Francia, Italia y España, pero son 27 los Estados Miembros los que tienen derecho a voto y votan, claro, según las contraprestaciones que puedan obtener en otras partidas presupuestarias. Además, los barcos de pesca de arrastre están metidos en el mismo paquete de negociación que los barcos industriales del Atlántico que pueden desplazarse a otras lindes para faenar. Así que empezamos mal la negociación en ese mismo saco.

Seamos aún más concretos. La pesca de arrastre en el Mediterráneo se tendría que catalogar como artesanal, ya que se realiza a una distancia de costa mínima, saliendo a faenar a las 5 de la mañana y regresando a las cinco de la tarde: son 12 horas de trabajo, de salida y entrada al mismo puerto, con su punto de venta directa y donde se garantiza la frescura, la calidad y el kilómetro cero de un producto que se ha capturado en la zona. Se llama soberanía alimentaria.

Pero es que, además, el arrastre mediterráneo es la pesca más regulada y vigilada de todas y Baleares la comunidad autónoma con más reservas marinas de toda Europa. En Mallorca hay solo 20 barcas dedicadas a este tipo de pesca, mientras que en otras comunidades del litoral Mediterráneo acaparan más de 200 unidades; teniendo en cuenta que somos el territorio con más costa de España, el porcentaje de barco por kilómetro cuadrado de zona es muy bajo, lo que hace que el esfuerzo pesquero que realizamos en las islas sea el mayor de todo el Estado.

Así que la conclusión es clara: esta etapa de reducción de esfuerzo traerá una rápida desaparición de la pesca de arrastre y una falta de producto local en los mercados. ¿Se imaginan no poder consumir gambas, gerret, calamar, morralla y tantos y tantos pescados que solo se pueden capturar con la técnica del arrastre? Se ve que los ecologistas prefieren que consumamos productos de otros países, en vez de apostar por el nuestro. Y se ve que los políticos se han dejado convencer por éstos. Bastaría un poco de investigación y un poco de querer hacer las cosas con sentido común para descubrir que el culpable de todos los males del Mediterráneo no son los pescadores. Si le añadimos que las ayudas que Europa da al sector y que siempre nos llegan tarde, el cóctel está servido.